jueves, 12 de diciembre de 2013

La imprescindible mirada del corresponsal de guerra

En abril se cumplieron diez años de la muerte del cámara de Telecinco José Couso en la guerra del Irak a causa de los disparos del ejército de Estados Unidos contra el hotel Palestina, donde se alojaban unos doscientos periodistas extranjeros. Fue una muerte de amplio eco mediático y, desde entonces, sus familiares siguen luchando sin descanso para depurar responsabilidades. Lamentablemente, no es el único caso. Ocho corresponsales españoles más han perdido la vida en conflictos bélicos desde 1980.

El último fue Ricardo Ortega, de Antena 3, durante un tiroteo en Puerto Príncipe (Haití) en marzo de 2004. Por suerte, desde ese momento, ningún periodista español ha muerto en zonas de peligro. No obstante, esta semana hemos conocido el secuestro en Siria del corresponsal de El Mundo, Javier Espinosa, y del reportero gráfico Ricardo García Vilanova, que se une al del enviado especial de El Periódico, Marc Marginedas, con lo que ya son tres los informadores españoles que permanecen retenidos en ese país.

Pero hay más. Reporteros sin Fronteras calcula que al menos 20 periodistas extranjeros se encuentran secuestrados, detenidos o desaparecidos en Siria, mientras que el número de locales en situación similar se eleva hasta 22, según los datos actualizados este mes. Normalmente, tanto foráneos como locales terminan en manos de grupos radicales de la insurgencia, principalmente por sospechas de espionaje, una de las lacras que persiguen a los periodistas en tiempos de guerra.

Una de las primeras lecciones que se imparten en la facultad de periodismo es que los profesionales del sector nunca deben ser los protagonistas de las noticias. Pero toda norma tiene su excepción. En primer lugar, porque se trata de ciudadanos que han perdido su libertad y, sobre todo, porque se desplazan a países con conflictos bélicos para poder contar al mundo lo que está pasando. A menudo, se tilda injustamente a los corresponsales de guerra de “aventureros”, a pesar de que su mirada resulta imprescindible: informar sobre la guerra y de sus terribles consecuencias.

Por eso, es necesario denunciar con toda rotundidad que los ataques a los corresponsales de guerra, más allá del grave daño individual, suponen un atentado colectivo al derecho a la información. 

3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con este post. Los gobiernos no deben olvidarlos y hacer lo posible para rescatar a los secuestrados, ya que hacen un servicio público.

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  2. Cierto. Son profesionales muy valientes y gracias a ellos tenemos información de lo que pasa en las zonas de conflicto sin movernos de casa. Mi total apoyo a los corresponsales de guerra y ánimos a sus familias y amigos

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  3. El secuestro de periodistas que se trasladan a países en situación de conflicto es un hecho realmente grave. Espero que Javier Espinosa, Ricardo García Vilanova y Marc Marginedas sean liberados pronto.

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