Idolatrado por unos y vilipendiado por otros, José Mourinho no deja a nadie indiferente. Esta semana el Real Madrid ha anunciado que el técnico portugués dejará de ser su entrenador a final de temporada y se cerrará así un ciclo de tres años lleno de polémicas extradeportivas. Es evidente que si se hubieran ganado títulos, las lecturas sobre su marcha habrían sido distintas. No obstante, existe un conjunto de hechos y actitudes que, más allá del terreno de juego, son plenamente objetivables.
En primer lugar, es necesario poner en valor las dotes comunicativas de Mourinho. Tiene una enorme capacidad de persuasión a través de su duro carácter, de un consistente dominio de la palabra y de un sólido control de la escena mediática. En definitiva, el míster luso dispone de las aptitudes imprescindibles para comunicar y convencer de manera eficaz, a pesar de que en los últimos tiempos se ha refugiado de los medios y ha dejado las ruedas de prensa en manos de su ayudante, Aitor Karanka.
Su principal handicap comunicativo ha sido el estilo soberbio y el mensaje de superioridad que ha querido transmitir en todo momento. Desde el banquillo del equipo blanco, se ha enfrentado de forma acérrima a árbitros, entrenadores, clubs, organismos internacionales, periodistas, aficionados y hasta con sus propios jugadores, especialmente al capitán y tótem del madridismo, Iker Casillas. Su actitud arrogante y petulante, con el hábito de dar las culpas a los otros, parece que no ha sido efectiva.
Seguramente, el ejemplo que mejor define esta conducta fue la agresión a Tito Vilanova, durante el partido de vuelta de la Supercopa de España en 2011 y cuando este último actuaba de segundo entrenador del Barcelona. El técnico portugués le metió el dedo en el ojo y, después del partido, espetó que no tenía nada que comentar sobre “Pito Vilanova”. Además, el míster blanco no se disculpó públicamente, sino “sólo ante el madridismo”, y después los aficionados merengues colgaron en su campo la pancarta que rezaba: “Mou, tu dedo nos señala el camino”. No obstante, se ha llegado al final del trayecto.
Al principio, yo pensaba que Mourinho tenía una estrategia que consistía en acaparar el interés de los medios, para desviar así la atención de sus jugadores, para que ellos pudieran jugar tranquilos lejos de las presiones periodísticas. Pero creo que, al final, la cosa se le ha ido de las manos. Eso sí, no se puede negar que tiene grandes dotes comunicativas.
ResponderEliminarMás que un entrenador parecía un actor. Una mezcla entre Mr. Bean y Harry el sucio. Dicen que todo buen comunicador tiene que tener algo de actor. Sin embargo, la película que Mourinho creía que protagonizaba ha tenido un final inesperado para él
ResponderEliminarClara: la estrategia era esta, per le ha salido el tiro por la culata!! Visca el Barça!!!
ResponderEliminarMourinho ha hecho el mismo papel que ha desempeñado en Inglaterra e Italia, lo que pasa es que aquí no lo conocíamos más allá de las dos semanas de rigor que le tocaba jugar contra el Barça en la Champions. Él ha sido siempre así y este peculiar estilo le ha llevado a triunfar allá donde ha estado. El problema que se ha encontrado en Madrid es que el vestuario se ha plantado, con los capitanes a la cabeza, y no han querido seguir su juego.
ResponderEliminarQue triste es el hecho de que alguien tenga que darse a conocer por sus defectos y no por sus virtudes. El caso Mohurinho me recuerda al de Risto Mejides. Necesitan ser crueles, soberbios e irrespetuosos para que se hable de ellos.Si no fuera así, nadie los conocería.
ResponderEliminarSi Mourinho no hubiera tenido a los medios de Florentino a su lado durante mucho tiempo, su estrategia hubiera sido todavía peor y la afición lo hubiera abandonado antes.
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