Comprar seguidores en las redes resta más que suma

Comprar seguidores en las redes sociales no es nuevo. Empezó en Facebook y Twitter, y recientemente se ha extendido a otras plataformas, como Instagram. Cada vez son más las empresas que ofrecen este servicio y, por ejemplo, aumentar un perfil en mil followers ya sale por menos de 20€. No obstante, ¿resulta una práctica beneficiosa?

A primera vista, parece reconfortante comprobar que la lista de seguidores crece rápidamente en escasas horas, lo que lleva a pensar que es una fórmula eficaz para mejorar sustancialmente la reputación online. Pero, desde el principio, esta acción pasa factura.

Para empezar, resultará sospechoso que un perfil cuente con 400 seguidores y, al día siguiente, por ejemplo, tenga 5.000. Aunque todavía será más chocante comprobar que, con semejante volumen de followers, el 90% de ellos no interactúa nunca en el muro o en el timeline en cuestión. Y aún levantará más dudas analizar el perfil de los seguidores: extranjeros sin nombres ni apellidos, ni fotografía en el avatar y con una nula actividad.

Además, la compra de seguidores en Twitter se puede comprobar a través de esta web. Es un sistema que examina la actividad de los followers de una cuenta y los clasifica entre los 'buenos' (los que interactúan), los inactivos (pasan meses sin conectarse) y los 'falsos' (ni se conectan ni tuitean nunca). Si el sumatorio de las columnas 'falsos' e 'inactivos' supera a la de 'buenos'... es evidente que se hacen trampas en el solitario.

Más allá de valorar la ética de esta práctica, a nivel de reputación y rendimiento empresarial resta más que suma. Solo aporta falso volumen, no incrementa las interacciones y daña la imagen corporativa de la compañía o institución. El crecimiento real en las redes sociales únicamente puede venir por dos canales: a través de una buena gestión de la comunicación 2.0, generando contenidos de calidad, o mediante campañas publicitarias.