Los periodistas, junto con los jueces, son los profesionales peor valorados por los españoles, según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicada la semana pasada. Cabe decir que los encuestados sólo podían elegir entre 16 oficios y entre ellos no figuraban ni banqueros ni políticos, aunque es lógico que la responsabilidad de estos últimos no sea considerada como una profesión.
Dejando de lado estos matices, el sondeo refleja la mala imagen en nuestro país de la justicia, uno de los pilares básicos de los sistemas democráticos, fundamentados en la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial que describió Montesquieu. La encuesta del CIS evidencia, además, el desprestigio del periodismo, definido por Edmund Burke como el cuarto poder y encargado de vigilar la libertad de los otros tres, así como de contrarrestar la invasión de competencias entre ellos.
Parece que los profesionales de la información han perdido el crédito de quien debe ser su principal avalador: el lector, el oyente y el espectador. El ciudadano, en definitiva. Pero ¿qué ha ocurrido para llegar a este desprestigio? Probablemente tenga que ver con el cambio de paradigma que vive el sector, a raíz de la convulsa situación económica y de los permanentes avances tecnológicos.
Asimismo, y en cierto modo como consecuencia de este contexto, la connivencia de ciertos medios con los políticos y los poderes fácticos, la irrupción descarnada del sensacionalismo donde todo vale por la audiencia o la proliferación de tertulias descontroladas son ahora tendencias normalizadas en el periodismo que pueden estar contribuyendo al actual descrédito de la profesión.
Seguramente el oficio debe entonar un mea culpa y buscar soluciones para recuperar su credibilidad. Pero también es de justicia reconocer que son muchos los periodistas que siguen ejerciendo su trabajo de manera muy digna. Sin ellos, en los últimos meses no se hubieran destapado numerosos escándalos y viviríamos, probablemente, en una sociedad todavía más corrupta e injusta. Al menos por ello, su baja valoración en la encuesta del CIS es poco merecida.
Quizas la mala nota que sacan los periodistas tiene que ver con que la gente asocia el periodista con los semi-periodistas que aparecen en television: el tertuliano, el paparazzi, el comentarista salido de un reality... El peridista de verdad no tiene visibilidad. Lo mismo pasa con los jueces, hoy en dia hay jueces-estrella que hacen mucho daño al colectivo.
ResponderEliminarSomos un país de pandereta donde Belén Esteban es la princesa del pueblo. Estoy de acuerdo con M. J. en que la gente que opina mal del periodismo es la que lo asocia con programas como Sálvame pero, lo peor de todo, es que esa gente es gran parte de la sociedad española, que lo critica, pero lo mira cada semana. Como país debemos recuperar la credibilidad a todos los niveles, sobre todo político, pero también como sociedad seria y comprometida
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Es triste, pero es cierto, tienen mucha más visibilidad los "supuestos" periodistas (terulianos y comentaristas de reaitys) que no los periodistas de verdad, que hacen su trabajo y sacan a la luz informaciones que todos debemos conocer. Todo empezó a estropearse cuando el periodismo se convirtió en negocio.
ResponderEliminarJo crec que tant la política, com els jutges i els peridistes, i tot el demés, no deixen de ser un reflex de la nostra societat i dels valors que tenim inculcats com a tal. Res més que això.
ResponderEliminarSe tendrían que crear unos parámetros para valorar a los periodistas, como ocurre con los Hoteles (1, 2, 3, 4 o 5 estrellas), de esta manera quizás, los malos, reflexionarían a la hora de dar una información y no se prestarían a intereses partidistas.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el contenido del artículo, pero muy de acuerdo también con el comentario de MCP, pero ahondando más en este tema, quizás también haría un clasificación previa: la prensa seria y la prensa amarilla. Además, quizás es el momento idóneo para que el Gobierno se plantee recrudecer las penas por infamia y calumnia, cuando el mal periodista causa un daño sobre cualquier persona honrada.
ResponderEliminarLos médicos tiene un colegio profesional fuerte que les puede sancionar por mala praxis, los abogados pueden perder su licencia si no respetan su código deontológico.
ResponderEliminarEs verdad que para hacer de periodista no hace falta estudiar periodismo, pero si que sería necesaria que una institución -que en Catalunya representa el CAC dentro de los medios audiovisuales y que no deja de quedar en un intento de lo que debería ser al estar tutelada por intereses políticos y no por periodistas- formada por profesionales de la comunicación velara por el cumplimiento de unos códigos que obligaran a respetar la ley y el rigor profesional.