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jueves, 29 de enero de 2015

El efecto Charlie o cómo convertir una crisis en oportunidad


Una semana después de la multitudinaria manifestación en París contra los atentados en la sede de Charlie Hebdo, el barómetro Ifop-Fiducial realizado para la revista Paris Match y Sud Radio revelaba una espectacular remontada de la satisfacción de los franceses con su jefe de estado, François Hollande. El que se había convertido en el presidente menos popular de la V República recuperaba, tras los trágicos sucesos, 21 puntos de confianza de sus ciudadanos, el 40% de los cuales dice ahora aprobar su gestión. Según han explicado desde la propia Ifop, se trata de “un fenómeno rarísimo en la historia de los barómetros de opinión”.

No sólo Hollande, sino todo el ejecutivo, con Manuel Valls y Bertrand Cazeneuve como cabezas más visibles, han salido paradójicamente reforzados de la mayor crisis que han tenido que gestionar los socialistas franceses desde que llegaron al gobierno en 2012. Convertir una crisis en una oportunidad es algo poco común y más bien insólito en política, pero lo ocurrido en París demuestra que es posible si se toman las decisiones correctas en el momento correcto, si se actúa de forma rápida pero a la vez planificada y si, por encima de todo, se sabe comunicar adecuadamente.

La inmediatez con la que el Presidente se trasladó a la redacción de Charlie Hebdo tras el atentado, la convocatoria de urgencia de varias reuniones interministeriales –no sólo con los máximos responsables políticos sino también con los de la policía, la gendarmería y de los servicios de inteligencia– y el diseño de un plan de acción con tres ejes claros –dar caza a los terroristas, proteger los lugares públicos y mantener la unidad parlamentaria– forman parte de una gestión ejemplar. Una gestión que probablemente no habría tenido un impacto tan directo en la percepción de los franceses sobre su gobierno sin una buena comunicación.

A través de continuas comparecencias ante los medios, se mantuvo informados a los ciudadanos y se transmitió, desde el primer momento, que el ejecutivo había tomado las riendas de la situación. Los portavoces –principalmente el ministro del Interior, el primer ministro y el propio presidente–  fueron impecables en sus discursos, mostrando empatía con las víctimas y, a la vez, firmeza y determinación en la lucha contra el terrorismo y la defensa de la libertad de expresión. Por no mencionar el valor que tiene, tanto desde el punto de vista político como comunicativo, la imagen de Hollande arropado por más de cincuenta dirigentes políticos de todo el mundo, movilizados más rápidamente por el gobierno galo que por cualquier cumbre internacional.

Todos recordamos el cúmulo de despropósitos que llevó al Partido Popular a perder las elecciones tras el que fue el mayor atentado de la historia de España. Diez años después del 11M, la tragedia de París demuestra que las crisis no siempre pasan factura. Bien gestionadas y con una buena comunicación, pueden incluso resultar rentables.